La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

martes, 9 de junio de 2009

Después de las europeas

El domingo 7 de junio se han celebrado elecciones para configurar el Parlamento de la Unión Europea. Tanto en el conjunto de la Unión, como en España, las ha ganado de forma incontestable la derecha.
El Partido Popular Europeo (PPE) ha obtenido el 35,7% de los votos (263 escaños) y el Partido de los Socialistas Europeos (PSE) el 21,9% (161 diputados).
La abstención media en el conjunto de países que forman la Unión Europea ha sido de algo más de 57% (57,06), es decir, que casi 6 de cada 10 ciudadanos europeos con derecho al voto no lo han ejercido. La abstención en Europa está muy desigualmente repartida y va desde el escaso 9% de Luxemburgo, hasta el escandaloso y preocupante 80,36% de Eslovaquia.
En España con una participación del 46%, algo más de 3 puntos superior a la media europea, el Partido Popular (PP) ha ganado las elecciones con el 42,23% de los votos y más de 6.600.000 sufragios, es decir, algo más de 200.000 votos que en 2004, a pesar de la menor participación. El PP en España ha obtenido un resultado casi 7 puntos mejor que sus correligionarios europeos del PPE.
Por su parte, el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) ha perdido las elecciones en España, al obtener el 38,51% y algo más de 6.030.000 votos, habiendo perdido más de 700.000 votos respecto a las elecciones europeas de 2004, y más de 5 puntos porcentuales. Es cierto también, que el PSOE ha obtenido en España un resultado casi 17 puntos mejor que el conjunto del PSE.
Estos son los datos, y de los mismos se pueden sacar tres conclusiones claras y evidentes: la derecha ha ganado las elecciones en la UE; los socialistas han sufrido una grave derrota; y la abstención ha alcanzado cotas muy preocupantes en la mayoría de los países.
No sé si en el resto de los países de la UE será igual, pero en España los dos grandes partidos se han apresurado a realizar sus propios análisis en clave nacional. El PP afirmando que esto significa una pérdida de confianza del pueblo en José Luís Rodríguez Zapatero y que por lo tanto se deben convocar inmediatamente elecciones generales, o al menos someterse el presidente de gobierno a una moción de confianza en el Parlamento español.
El PSOE por su parte sostiene que este resultado no tiene que ver con la política nacional, que es la factura que los españoles pasan por la crisis y que el resultado está distorsionado por la altísima abstención que, en ningún caso, se produciría en unas elecciones generales.
Esto de intentar extrapolar los resultados de cualquier consulta electoral hacia los posibles resultados de otra distinta, es una tendencia que se repite una y otra vez y que se ha demostrado como un debate estéril y sin sentido. Los ciudadanos, aunque muchas veces los dirigentes políticos parecen haberlo olvidado, saben lo que votan y lo hacen en cada ocasión según lo que sus intereses les indican. Si hasta en comicios que se celebran el mismo día los resultados son a veces muy distintos y los votantes eligen a partidos diferentes, imagínense en dos elecciones separadas por meses o años.
A pesar de esta constatación y de que el tiempo y las próximas elecciones lo ratificarán, seguirán los dirigentes políticos populares y socialistas con la cantinela.
Por el contrario y de forma preocupante no he oído a casi ningún político referirse con alarma y preocupación a la altísima abstención que estas elecciones han registrado.
Entiendo que este análisis no lo haga el PP ya que, al menos en las elecciones al parlamento europeo, la abstención y el resultado de la derecha son inversamente proporcionales: a mayor abstención, mejor resultado para el PPE.
En las cuatro primeras elecciones que se celebraron al Parlamento europeo entre los años 1979 y 1994, la participación estuvo siempre por encima del 50%. En las elecciones del año 1999 la abstención fue del 50,5% y la derecha obtuvo su primera victoria. Esta tendencia ha continuado igual hasta que el pasado domingo con la mayor abstención de la historia, el PSE ha obtenido su peor resultado en estas elecciones.
Si esto es así, ¿cómo es posible que la izquierda europea no se plantee qué está pasando?
Y en España, ¿ningún dirigente de la izquierda está preocupado por la realidad de que casi 6 de cada 10 votantes hayan decidido no votar? ¿Nadie en el PSOE va a dedicarse a analizar el dato cierto e incontrovertible de que los votantes del PP han acudido en masa a votar y muchos de los nuestros se han quedo en casa?
He indicado antes que, en Europa, el aumento de la abstención y la subida de la derecha van de la mano. A la vista del resultado en algunas comunidades autónomas de España, este dato es contradictorio.
En siete comunidades autónomas, Cantabria, Castilla-La Mancha, Castilla y León, Comunidad Valenciana, La Rioja, Madrid y Extremadura, la participación ha superado el 50%. En seis de ellas, todas excepto Extremadura donde ha ganado el PSOE, el PP ha obtenido la victoria con más de 10 puntos de ventaja sobre los socialistas, llegando en algunos casos, como en Valencia o en Castilla y León, a ventajas de casi el 15%.
¿Tendrá algo que ver en estos resultados una campaña electoral en la que la pedagogía política que debe caracterizar las campañas de la izquierda ha brillado por su ausencia? Llevo años afirmando que el debate de la corrupción es un debate perdido para la izquierda, pues parece que al votante de derechas le afecta de forma marginal el que sus representantes estén más o menos implicados en temas de corrupción. El votante de derechas o no se cree o está dispuesto a olvidar las corruptelas de sus políticos. El votante de izquierdas no perdona la más mínima sospecha o insinuación de las mismas en sus dirigentes. Este aspecto es una parte de la explicación de los triunfos de la derecha en Madrid, Valencia, o la Italia de “papi” Berlusconi.
Pero no es la única. Los casi 18,5 millones de españoles con derecho al voto que no lo han ejercido, probablemente lo han hecho porque nadie les ha explicado de forma clara y convincente lo que nos estábamos jugando el día 7. O porque nadie desde la izquierda les ha presentado y explicado un proyecto distinto y diferenciado para salir de la crisis económica y de valores que se ha producido en el mundo.
Las medidas que están proponiendo en Europa para salir de la crisis los socialistas o la derecha no se diferencian lo más mínimo, o al menos nadie nos ha explicado esa diferencia.
Los insultos, las descalificaciones y la falta de mensajes políticos claros, ha dejado en casa a más de 15 millones de españoles.
Existe en Francia un ejemplo que ratifica mis creencias sobre lo que ha pasado en España. Un pequeño partido, Ecología Europea, que en las anteriores elecciones europeas de 2004 apenas llegó al 7,5% de votos, y que está liderado por Daniel Cohn-Bendit, el carismático líder del Mayo del 68 Dany “el Rojo”, ha obtenido el pasado día siete un sorprendente 16,2% de votos, solamente dos décimas por detrás del Partido Socialista francés.
Durante la campaña electoral, Dany “el Rojo” no ha gastado ni un solo minuto de su tiempo en criticar la política de Nicolás Sarkozy, y se ha dedicado a hablar de Europa y de ecología. Tomemos nota.
El resultado de estas elecciones nos situa a los europeos ante una paradoja política de consecuencias nada esperanzadoras: quienes ha facilitado la crisis económica mundial, la derecha y sus políticas liberales y no intervencionistas, van a ser los que tengan que gestionarla y solucionarla. Al final, más de lo mismo.

martes, 2 de junio de 2009

El 7 de junio ¿votar o no votar?

Hace unos días el maestro de periodistas Iñaki Gabilondo ilustraba su editorial en noticias cuatro sobre la campaña de las elecciones europeas del próximo 7 de junio, con una ilustrativa metáfora.
Decía Iñaki que la campaña electoral se parecía a una campaña publicitaria de dos imaginarios bancos que, en lugar de explicar a sus clientes las ventajas y beneficios que ser cliente de cada uno de ellos les podría reportar, se dedicaban a informar al potencial cliente de los inconvenientes y desgracias que les acarrearía el convertirse en clientes del banco rival. Finalizaba su metáfora con la conclusión de que el agobiado y acongojado cliente terminaría llevándose el dinero a su casa y guardándolo en una caja de zapatos en un lugar a buen recaudo.
Comparto totalmente la metáfora en la parte en la que describe la campaña electoral que los ciudadanos estamos “sufriendo”. Muy poco de lo que las distintas opciones políticas piensan sobre Europa y sobre las soluciones que deben adoptarse de forma común y colectiva para superar esta crisis económica de carácter internacional, y mucho de lo malos, corruptos e indignos que son los demás. Con ligeras matizaciones, esta imagen se puede aplicar a la casi totalidad de los mítines con que se nos está obsequiando durante la campaña electoral para las elecciones al Parlamento Europeo.
No comparto en absoluto la conclusión que nuestro metafórico “cliente” adopta al final del ejemplo de Iñaki: guardar sus ahorros en casa, es decir, aplicado a las elecciones, no votar.
Los europeos en general y los españoles en particular nos jugamos demasiado para quedarnos en casa el día 7.
Es cierto que los principales partidos políticos españoles han renunciado a hacer la pedagogía política que debería ser una campaña electoral. Es cierto también que el modelo político europeo, en el que el gobierno no es elegido según el resultado de las elecciones parlamentarias, aleja el interés de las mismas de los ciudadanos.
Ahora bien, dicho lo anterior, no es menos cierto que más del 70 por ciento de la legislación de los países miembros de la Unión Europea está influida por la legislación previa de la misma, y los ciudadanos europeos y españoles no debemos olvidar que no es lo mismo que la construcción de Europa se haga desde una perspectiva de izquierdas o de derechas.
En la actualidad, la mayoría de los gobiernos de los distintos países que conforman la Unión Europea, son gobiernos de derechas, incapaces, desde mi punto de vista, de encontrar una salida a la crisis que no sea otra que repetir el modelo capitalista y des regularizado que nos ha llevado a la situación actual.
Los ciudadanos de la UE tenemos una oportunidad única de decir a nuestros gobernantes que queremos otras soluciones. Que no queremos parches en la situación actual que nos lleven de mala manera a la situación anterior.
La crisis actual no es solamente una crisis económica, sino también una crisis de los valores socialdemócratas que se instauraron en Europa, y en el mundo occidental, tras la Segunda Guerra Mundial y que llevaron a esta parte del mundo al mayor periodo de bienestar y de justicia social que se recuerda. Valores que comenzaron a olvidarse y abandonarse con Ronald Reagan y Margaret Thatcher, y que hicieron que de forma paulatina los distintos gobiernos europeos olvidaran el valor de la justicia social, de la riqueza compartida, del progreso general y solidario, y los fueran sustituyendo por el valor del individualismo, del sálvese quien puede, del que vale, vale y el que no que se hunda. Por la falacia de que el “mercado” es capaz de regularse a sí mismo, y de que cuanto menos Estado, mejor.
Volviendo a la metáfora que iniciaba esta reflexión, uno de los bancos que en la misma se disputan el “cliente”, está encantado con la situación. No le preocupa en absoluto la falta de pedagogía política ni de ofertas en positivo que la campaña “publicitaria” está demostrando. Sabe que sus potenciales clientes (votantes) están seguros, y que estos, al final, sí que llevarán los ahorros (votos) a su banco. Sabe que los posibles clientes (votantes) del otro banco, son más influenciables por estas campañas negativas y poco edificantes y que es más que posible que, cabreados con el espectáculo, terminen dejando en casa sus ahorros (votos).
No caigamos en la trampa. Todos lo creamos que otra Europa es posible. Los que pensemos que se puede y debe salir de esta crisis con otro modelo social que no sea el basado en el enriquecimiento fácil y en el adelgazamiento del Estado, que no sea el volver a la situación anterior de dominio absoluto de las reglas del mercado. Los que creemos en un Estado moderno, fuerte, solidario y equilibrador de las desigualdades. Un estado capaz de asegurar los bienes básicos de la educación, la sanidad y los servicios sociales, y capaz de regular y manejar el mercado para que este sea un instrumento al servicio de todos y no un instrumento cuya única finalidad sea el enriquecimiento de unos pocos. Unos pocos que cuando las cosas comienzan a ir mal, piden ayuda a ese mismo estado del que denigran y reniegan. Todos esos potenciales clientes (votantes) no podemos dejar en casa nuestros ahorros (votos).
El domingo día 7 de junio debemos coger nuestros ahorros (votos) y acudir a depositarlos en el banco que, a pesar de la inmerecida campaña que nos están haciendo padecer, mejor representa ese modelo.
Yo así lo voy a hacer. Voy a acudir a votar al PSOE.