La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

domingo, 31 de enero de 2010

Escuela de Padres

El próximo miércoles 3 de febrero, la Escuela de Padres organizada por la Liga Palentina de la Educación y la Federación de Asociaciones de Padres y Madres de Palencia (FAPA-Palencia), celebrará su charla de incio de curso, con la intervención de Alejandro Tiana.
El acto tiene carácter publico abierto a todos los palentinos y palentinas interesados en la educación.

lunes, 18 de enero de 2010

Algunas aclaraciones

A raíz de los últimos artículos que he publicado en este bolo de la paciencia y en “Laicidad y Ciudadanía”, especialmente aquellos en los que critico declaraciones o actitudes de determinados dirigentes de la Iglesia Católica, algunos de mis lectores han realizado comentarios sobre los mismos que, en mi opinión, merecen alguna aclaración.
Eres un ateo”, “fanáticos de la Secta Progre”, “repites más que el ajo”, “como muchos de los de tu ralea política, eres un renegado de algún seminario o convento”, son comentarios que necesitan alguna respuesta por mi parte, aunque solamente sea con carácter informativo, para que en el futuro los que opinen lo hagan con conocimiento de causa.
Uno. Mi única relación con la educación en colegios católicos o confesionales, finalizó a los siete años, hace ya por tanto “unos cuantos”, cuando mis padres me sacaron del colegio palentino de San Bernabé.
Dos. No guardo ningún recuerdo desagradable, y tampoco agradable, de las Hermanas de la Caridad.
Tres. Entre mis mejores amigos y compañeros se encuentra algún sacerdote católico, y muchísimos creyentes y practicantes de esa misma religión, a la que por cierto, al igual que a las restantes, respeto profundamente.
Cuatro. Lo único que he criticado, y seguiré criticando, son las declaraciones y posturas de determinados jerarcas de la Iglesia Católica, por cierto no con más virulencia o rencor con la que los critican muchas organizaciones y asociaciones católicas.
Cinco. Los dirigentes de la Iglesia Católica tienen todo el derecho, garantizado por nuestra Constitución y por las leyes, a opinar sobre lo divino y lo humano. Exactamente el mismo derecho que tengo yo a criticar sus declaraciones y opiniones.
Seis. A lo que no tienen derecho, ni los dirigentes de la Iglesia Católica ni los de ninguna otra confesión religiosa o creencia, es a pretender imponer lo que ellos creen bueno o malo, pecado o virtud, como norma de convivencia en una sociedad aconfesional, hasta el punto de pretender erigirse en “cuasi legisladores”, usurpando la potestad legislativa a los únicos depositarios de la misma: el pueblo español a través de la Cortes Generales democráticamente elegidas por todos.
Siete. Por supuesto que los dirigentes de cualquier confesión religiosa pueden dictar cuantas normas “morales” consideren convenientes, y hacérselas cumplir, so pena de expulsión, a sus feligreses o seguidores. Pueden decidir lo que es pecado y lo que no lo es; cómo y quién puede casarse según los ritos que tengan establecidos; qué comer o no comer en determinadas épocas del año; qué partes del cuerpo de las mujeres pueden enseñarse o no; etc. Sus seguidores sabrán lo que tienen que hacer y si cumplen las normas o no.
Bajo ningún concepto, ninguna confesión religiosa o creencia, puede pretender que sus normas se conviertan en leyes y obliguen a todos, creyentes y no creyentes. Ante esta pretensión, ME ENCONTRARÁN SIEMPRE EN CONTRA.

sábado, 16 de enero de 2010

El “obispo Munilla” y el “buen samaritano”

Evangelio según San Lucas:

Y entonces, un doctor de la Ley se levantó y le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la Vida eterna?».
Jesús le preguntó a su vez: « ¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella? ».
Él le respondió: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas y con todo tu espíritu, y a tu prójimo como a ti mismo».
«Has respondido exactamente, le dijo Jesús; obra así y alcanzarás la vida».
Pero el doctor de la Ley, para justificar su intervención, le hizo esta pregunta: « ¿Y quién es mi prójimo? ».
Jesús volvió a tomar la palabra y le respondió: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó y cayó en manos de unos ladrones, que lo despojaron de todo, lo hirieron y se fueron, dejándolo medio muerto.
Casualmente bajaba por el mismo camino un sacerdote: lo vio y siguió de largo.
También pasó por allí un levita: lo vio y siguió su camino.
Pero un samaritano que viajaba por allí, al pasar junto a él, lo vio y se conmovió.
Entonces se acercó y vendó sus heridas, cubriéndolas con aceite y vino; después lo puso sobre su propia montura, lo condujo a un albergue y se encargó de cuidarlo.
Al día siguiente, sacó dos denarios y se los dio al dueño del albergue, diciéndole: "Cuídalo, y lo que gastes de más, te lo pagaré al volver"
¿Cuál de los tres te parece que se portó como prójimo del hombre asaltado por los ladrones?».
«El que tuvo compasión de él», le respondió el doctor. Y Jesús le dijo: «Ve, y procede tú de la misma manera».
(Lucas 10, 25-37.)

Sustituyan al sacerdote o al levita por D. Ignacio Munilla y al judío apaleado por las víctimas de Haití, y tendrán la parábola actualizada.
Munilla pasa por delante del judío apaleado y lo ignora, (como mucho encarga a “los fieles” y a Cáritas que se encarguen de él) y sigue su camino a Jerusalén.
Podríamos pensar que esa actitud se debía a una pobre compasión y a una indiferencia al dolor, pero el significado va más allá. Nos lo ha aclarado el “ínclito” en su comunicado de aclaración que recogen hoy los medios de comunicación.
Es muy probable que ambos clérigos, al igual que Munilla, fueran rumbo a Jerusalén a oficiar en el Templo, en el caso del obispo a hacer “teología”.
Aquí debemos recordar que la ley judía establecía en aquellos tiempos que quien tocara un cadáver ensangrentado quedaría impuro hasta la noche y obviamente alguien impuro no podía participar de los rituales religiosos. Por esta razón, podemos afirmar que la actitud del sacerdote y el levita (Munilla), no es de impiedad ni de crueldad, sino que anteponen formalismos rituales a la misericordia y el perdón.
Según D. Ignacio, desde un punto de vista teológico, “el mal que sufren esos inocentes no tiene la última palabra, porque Dios les ha prometido la felicidad eterna”.

¡Por fin llegamos al “meollo” de la cuestión! ¡Saltó la liebre!

Este planteamiento de la “teología cristiana”, por cierto no compartido por muchísimos teólogos cristianos y católicos, de que lo que importa es la “otra vida” y que no importan las desgracias y sufrimientos que padezcamos en esta, si las ofrecemos a Dios, porque Él nos lo recompensará concediéndonos la gracia y su contemplación eterna tras nuestra muerte, está llevando a determinados elementos de la jerarquía católica a mantener barbaridades sin tino.

Que tu “esposo” te maltrata de palabra o de obra, aguanta que lo importante es que el sacramento del matrimonio es para toda la vida, y ofrece tu sufrimiento a Dios, que Él sabrá recompensarlo en la “otra” vida.
Que te violan y te quedas embarazada, no abortes que es pecado (y ellos además quieren que sea delito y vayas a la cárcel), ofrece a Dios tus sufrimientos y alcanzarás la “vida eterna”.
Que un “dictador”, eso sí, muy católico y de comunión diaria, te sojuzga, explota los recursos de tú país y te mantiene en la más absoluta de las indigencias, no importa, sufre en silencio, no te reveles ante la autoridad, que al fin y al cabo, lo es “por la gracia de Dios” y entrarás en el Reino de los Cielos.
Que un terremoto destruye un país, el más pobre del hemisferio occidental, y mata a cientos de miles de personas, no preocuparse demasiado; es mucho más grave la mala situación espiritual de España, y la persecución que sufre la Iglesia Católica en nuestro país por parte del gobierno ¿? y de algunos medios de comunicación.
Que se “legaliza” el aborto, los hombres tendrán mucho más fácil abusar de las mujeres, porque el sexo se banaliza y se facilita. (Obispo de Granada, dixit).
Que según afirman todas las agencias internacionales y ONGs del mundo, incluidas muchas de la iglesia católica, el SIDA es un problema que está matando a millones de africanos y la única medida eficaz es el uso del condón, mentira; según D. Ignacio Munilla, se contagian muchos más en Europa, por culpa de las facilidades para la práctica del sexo entre adolescentes y porque el condón no es un remedio eficaz (Benidictus XVI, dixit)

Resumiendo D. Ignacio: ¡cállese!

Todos oímos sus palabras en la SER, y dijo lo que dijo. Y cuando ha intentado arreglarlo, por cierto impresionante su imagen con la “pectoral” que le han regalado en Palencia, lo ha puesto peor, porque ha puesto de manifiesto lo que Jesucristo quiere denunciar en la parábola que inicia este comentario: que muchos jerarcas de la Iglesia católica anteponen, como hacen el sacerdote y el levita, la letra de la ley, al espíritu de la misma, y olvidan con facilidad el “amar al prójimo como a ti mismo”

jueves, 14 de enero de 2010

Munilla, ¿por qué no te callas?

Lo que ha dicho el ínclito obispo Munilla:

Munilla valora la catástrofe en Haití

¿Cómo se pueden decir tales barbaridades?¿Cómo puede alguien comparar cualquier mal moral con la muerte de cientos o miles de personas?
Tengo que reflexionar con calma, escuchar y leer sus declaraciones completas, porque no me lo puedo creer.
Cuando D. Ignacio Munilla escuche sus palabras, ¿remitirá una nota de rectificación y aclaración?
Ya solamente me falta oirle decir que la catástrofe de Haití tiene alguna explicación en los "designios" de Dios, y que "Dios escribe recto con renglones torcidos".
Si de verdad el sr. Munilla está convencido de que es un "mal más grande nuestra pobre situación espiritual" que lo que ha ocurrido en Haití, por favor que se lo haga mirar, ¡QUE VAYA AL PSIQUIATRA!

sábado, 9 de enero de 2010

A vueltas con los "crucifijos"

En el diario EL PAÍS de hoy, el catedrático de derecho constitucional Francisco Javier Pérez Royo publica una interesante colaboración con el título "Libertad religiosa" que, en mi modesta opinión, debería cerrar de una vez por todas el debate sobre la presencia de símbolos religiosos en los centros públicos.

Algunas de las afirmaciones más interesantes que en el mismo se mantienen son las soguientes:


"La decisión acerca de si se puede admitir o no la presencia de crucifijos en las aulas está tomada. Es una decisión que adoptó el constituyente de 1978 al redactar el artículo 16 de la Constitución en los términos en que lo hizo. El Estado español es un Estado aconfesional y, en consecuencia, "nadie podrá ser obligado a declarar sobre su... religión o creencias" (art. 16.2) y ninguna "confesión tendrá carácter estatal" (art. 16.3)."


"Ni siquiera las Cortes Generales podrían tomar la decisión de que hubiera crucifijos en las escuelas, pues en el supuesto de que aprobaran una ley en ese sentido la ley sería anticonstitucional"


"Desde el 29 de diciembre de 1978 debería haberse procedido de oficio a la retirada de todos los crucifijos de las escuelas. La retirada o no retirada de los crucifijos no es asunto que pueda ser sometido a discusión, ya que ello obligaría a que quienes participan en la discusión tengan que hacer públicas "su religión o sus creencias" y esto es algo que está expresamente vedado por la Constitución. La simple formulación de la pregunta ya sería anticonstitucional."


"Tras la sentencia dictada por unanimidad por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos sobre la violación de la libertad religiosa por parte del Estado italiano por no haber procedido a la retirada del crucifijo de un instituto no puede caber duda de que libertad religiosa y crucifijos en las aulas son términos incompatibles y, en consecuencia, todos los poderes públicos están obligados a ordenar la retirada de tales símbolos religiosos porque, insisto, todos están vinculados por los derechos fundamentales."


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