La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

domingo, 28 de febrero de 2016

Fútbol es fútbol y el partido dura noventa minutos ¡Y a veces hay prórroga!

¿Cuántas veces hemos escuchado esta expresión en boca de un jugador de fútbol, durante el descanso de un partido al que su equipo llega con un resultado poco esperanzador? Bastantes, verdad. Y en muchas de esas ocasiones, al terminar el partido hemos tenido que dar la razón al jugador, pues su equipo terminó ganando.

Pues eso. En las elecciones generales del 2015, el 20D se llegó al descanso, tras un bronco y duro primer tiempo, con un resultado incierto para todos los contendientes. En el vestuario se produjeron dos tipos de declaraciones. Los que dieron el partido por ganado, a pesar de haber finalizado el primer tiempo con un no muy buen resultado, y se quedaron tan tranquilos confiando en que el partido estaba ganado, y las de los que, a pesar de ir perdiendo en la primera mitad, no dieron el partido por perdido y se dedicaron a intentarlo en el segundo tiempo.

Para conseguirlo, y dado que iban perdiendo, dejaron al que iba ganando que se creciera, y, cuando se vio que el contrario había perdido todas sus fuerzas, pasaron al contraataque buscando la victoria por uno de los flancos del contrario. Bajo las indicaciones del entrenador, arriesgaron mucho y muchas veces. Lo intentaron de todas las formas posibles, y así estamos a punto de llegar al final de los noventa minutos y todo parece indicar que van a finalizar sin resolverse el partido. Aunque dada la presión y ganas que le están poniendo, no se puede descartar uno de esos goles de última hora, que les darían la victoria. Pero lo más previsible es que tengamos que presenciar una prórroga.

Y mientras, en las gradas, los seguidores de los distintos equipos siguen con más o menos pasión y esperanza el desarrollo del encuentro.

Los seguidores del equipo que terminó el primer tiempo con un resultado aceptable, a la vista del papelón que los suyos están haciendo en la segunda parte, no saben si despedir al entrenador o al presidente, o simplemente liquidar el equipo entero, incluidos los jugadores, y comenzar de nuevo.
Mientras, en las gradas de los seguidores del otro lado, ha habido diversidad de opiniones (como decía mi padre, unos se cagaban en su madre y otros en su padre). La parte alta del graderío de la izquierda, siempre muy radicales ellos, poniendo a parir al entrenador. No sabe lo que hace; está dejando muchos huecos; se empeña en controlar el centro del campo y descuida el ataque; solo juega por la derecha; ha renunciado a jugar por la izquierda; etc., etc.

La mayor parte de los palcos de la izquierda, se han dedicado a cuestionar todos los movimientos tácticos del equipo, y a intentar que la presidenta le marcara al entrenador con qué jugadores debía jugar y cuál era la táctica más adecuada. Y por último, la parte baja de la grada de la izquierda con alguna excepciones, muy numerosa y fiel al equipo, no ha perdido nunca el ánimo y la confianza en su equipo de siempre. Así que, con grandes voces en algunos momentos, y en otros con un prudente y preocupado silencio, no han dejado de confiar en su entrenador y en el equipo. Y han mantenido siempre la confianza en ellos, siguiendo a rajatabla el dicho que manifestaron al llegar al descanso: “el partido dura noventa minutos, e incluso puede que haya prórroga”.

Si no se produce ese gol en el último minuto, estamos seguros que en la prórroga el entrenador dará las instrucciones precisas a sus jugadores para que, a la vista de cómo se está desarrollando el partido, se hagan los cambios de táctica que sean necesarios, incluido si es preciso atacar más por el flanco izquierdo sin olvidar ni el centro ni la defensa, para conseguir el objetivo de terminar ganando el partido.


Así que, a seguir apoyando al equipo y a esperar con paciencia, que hasta el pitido final el partido no ha terminado. Y como se dice en ambientes taurinos: hasta el rabo, todo es toro.

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