La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

domingo, 11 de abril de 2010

Legislar "acongojados"

¡Ya estamos de nuevo en situación!
Acongojados por lo terrible y escalofriante de los casos, espoleados por los medios de comunicación, y animados por aquellos que consideran que cualquier tema sirve para atacar y criticar al gobierno de turno, estamos de nuevo exigiendo que se endurezcan las penas de la ley del menor, que se modifique la edad penal, que se establezca la cadena perpetua o la pena de muerte, etc.
Seguro que algún "partido" en la oposición, o "gobierno del PP de alguna CC AA", propone hacer "asesor" o "director general de algo" al padre/madre/familiar de la nueva víctima, ........
Y de nuevo estaremos cometiendo un tremendo error.
Al fundador de los Jesuitas, Ignacio de Loyola, se le atribuye una frase que nos debería hacer pensar: "en tiempos de tribulación, no hacer mudanza".
Legislar acongojados y a la salida de los cementerios ha sido, y será siempre, un mal método.

A este respecto, mi siempre admirado y añorado Jesús Quijano, escribe en el Diario Palentino de hoy, en su habitual espacio de UN MINUTO MÍO, un artículo que reproduzco íntegramente, pues no soy capaz de encontrarlo en la edición digital.

Menores y violencia
El caso de la niña de Seseña, presuntamente agredida por una compañera de cla­se y arrojada a un pozo con re­sultado de muerte, habrá con­mocionado hasta el límite a mu­chas personas. Es probable que el cúmulo de circunstancias que concurren en el suceso, difícilmente superables en cuanto a gravedad, contribuyan a ello: que una muchacha de 14 años, una niña al fin y al cabo, agreda a una compañera de clase de su mismo pueblo, de 13 años, sea o no en pelea recíproca, la arro­je a un pozo malherida, se vaya a su casa, viva durante unos dí­as con los hechos en la cabeza, resista luego un largo interroga­torio policial hasta confesar su autoría y, según las crónicas, no muestre síntomas de culpabili­dad o abatimiento, son, sin du­da, circunstancias impactantes para cualquiera. Por supuesto que habrá que esperar a que ter­mine la investigación y todos los detalles estén suficientemente comprobados; pero lo trascen­dido hasta ahora en informacio­nes solventes y coincidentes ya es de por sí suficientemente so­brecogedor.
Vendrán ahora reacciones previsibles y habituales en estos casos, como ocurrió en otros. Reclamarán con toda seguridad endurecimiento legal, ahora en la legislación de menores, como antes en el Código Penal, o en el régimen penitenciario, o en el tratamiento de la violencia de género, también estos días de triste actualidad entre nosotros, etc., etc. Y convendrá reflexio­nar una vez más sobre el fondo y el trasfondo de acontecimien­tos de esta naturaleza. Porque más allá de lo repudiable que re­sulta hacer “discurso interesa­do” (“la mala costumbre de ha­cer política a la salida del ce­menterio” se ha dicho con agudeza estos días), habrá que preguntarse con seriedad si real­mente hay un problema de in­suficiencia legal en estos casos, o si la solución adecuada es siempre la de revisar las leyes para endurecerlas a golpe de ca­so concreto.
No seamos ingenuos ni sim­plistas. La legislación penal y pe­nitenciaria española, para ma­yores y para menores, es recien­te, moderna y homologable, si cabe, más rigurosa que la media europea, y funciona correcta­mente en la inmensa mayoría de los casos en que debe ser aplicada. Se ha reformado y ac­tualizado con frecuencia; ahora mismo está en proceso de refor­ma el propio Código Penal. De­trás de una muchacha de 14 años que actúa como en el caso citado, lamentablemente, no hay un problema legislativo, co­mo no hay un problema de en­durecimiento de penas cuando el agresor de una mujer ha deci­dido de antemano quitarse de en medio a continuación de su crimen y le da igual que la con­dena establecida sea mayor o menor. Miremos al contexto en que todo esto ocurre, al entorno familiar y social, al bagaje cultu­ral, a las reglas de convivencia, a los valores y principios morales y cívicos que transmitimos, a los modelos de referencia que alen­tamos. En fin, a todo lo que puede estar conformando el tipo de comportamiento de una joven de 14 años en la actualidad. Seguro que ahí encontraremos los verdaderos motivos de peocupación.

En la misma línea es aconsejable leer el artículo de Pedro de Hoyos, publicado así mismo en el Diario Palentino del día 9:
¿Reformar la ley del menor?
Leer todo el artículo aquí.

2 comentarios:

  1. no hay nada mas repugnante que aprovechar el dolor de una familia para hacer demagogia barata
    lo del PP nombrando asesodor al padre de la niña asesinada es una autentica verguenza y me produce asco

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  2. Chuchi como simpre dando en el clavo

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