La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

viernes, 3 de diciembre de 2010

Estamos educando

Mi admirado Miguel Ángel Santos Guerra en su blog “El Adarve” me ha recordado la siguiente “historia”:
Se estaba construyendo la catedral de Chartres. Los obreros trabajaban afanosamente en las tareas de la costosa y lenta edificación. Un buen día pasó por allí un viandante que se detuvo para observar las obras. El día era en extremo caluroso y, bajo aquel sol de justicia, los obreros trabajaban sudorosos y extenuados. El viandante se dirigió a uno de los trabajadores que, maldiciente y, con el rostro contraído por el esfuerzo y la acritud, levantaba una piedra enorme.
- ¿Qué está haciendo, buen hombre?, preguntó el viajero.
- Ya lo ve, levantando esta enorme piedra. Con este sol abrasador el trabajo resulta insoportable. Esto no hay quien lo aguante. Un día tras otro. Un mes tras otro. Un año tras otro. Unos días, como éste, con calor, otros con lluvia, muchos con frío. Maldito el día en que me contrataron para este trabajo.
El viandante camina unos pasos y se dirige a otro trabajador que, después de golpear una enorme piedra con el pico, está levantando con gran esfuerzo para colocarla sobre otra.
- ¿Qué hace usted, buen hombre?, pregunta al esforzado trabajador.
Molesto por la mirada del visitante y malhumorado por el terrible esfuerzo que acaba de realizar, contesta mientras se seca el sudor
- ¿Es que no lo ve? Estoy levantando este interminable muro que, si Dios no lo remedia, acabará conmigo.
El viandante avanza un poco más y se encuentra a un tercer trabajador que está realizando una tarea similar a la de los dos anteriores. Está levantando una enorme piedra para colocarla en el lugar adecuado.
- ¿Qué está haciendo usted, buen hombre?, pregunta por tercera vez el viandante.
El trabajador, sonriente y orgulloso, contesta de manera entusiasta
- Estoy construyendo una catedral.

En estos días que andamos los docentes con las evaluaciones de nuestros alumnos y alumnas, recordar esta historia puede ser muy aconsejable.

En las a veces largas y, según algunos, tediosas sesiones de evaluación estoy cansado de oír expresiones de desánimo, resignación y amargura. Que si Pepito es insoportable; que si a los de 1º A no hay quien los aguante; que si los alumnos son cada día más intratables; que si no tienen educación ni respeto; que si hemos perdido la autoridad; que si no tienen interés por aprender; que si los padres nos quitan continuamente la razón delante de sus hijos; etc.
Este tipo de expresiones tienen todas ellas un elemento común: son externas a nuestra labor docente. Es decir, la culpa es de “los otros”.
Si todos los profesores tuviéramos claro que “estamos construyendo catedrales”, en vez de lamentarnos de lo que cuesta "colocar cada piedra”, o de lo dura y difícil que es nuestra tarea, o de lo incomprendidos que somos, seguramente los haríamos mucho mejor.
De lo que no me cabe la menor duda, es que seríamos más felices, y esa felicidad se reflejaría en nuestras clases.
Los alumnos tienen un especial olfato para detectar nuestros estados de ánimo, y son muy capaces de distinguir al “profe” que va a sufrir a las clases y que las considera como un castigo que hay que pasar cuanto antes, del que afronta cada nueva sesión como una tarea gratificante y que, incluso, parece que disfruta con ella.
Así que, apliquémonos el cuento: construyamos catedrales y no nos limitemos a colocar piedras.

5 comentarios:

  1. Muy bueno Lagu. un besazo. Carmen.

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  2. y tu q haces ¡gozas o sufres?

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  3. a mi me parece que disfruta dando clase

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  4. sí, el problema es cuando los comentarios individuales se convierten en espirales peligrosas de fácil adhesión....

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