La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

viernes, 25 de diciembre de 2009

¿Es la política un problema?

Según el barómetro de noviembre del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), la clase política, el gobierno, los políticos y los partidos políticos, ocupan el tercer lugar entre los problemas de los españoles, con un valor acumulado del 20,2% (16,6% para la clase política y los partidos políticos, y 3,6% para el gobierno, los políticos y los partidos). Solamente consideran los españoles un problema superior a nuestra clase política la economía, con el 45,9%, y el paro, con el 78,4%.
Absolutamente terrorífico, pero cierto. Los españoles consideran mayor problema “la política” que la inmigración (13,7%), el terrorismo (13,1%), la inseguridad ciudadana (11,4%), la corrupción y el fraude (10,4%) o la vivienda (10,3%). Otros muchos problemas lo son con porcentajes inferiores al 10%.
Aunque estas cifras debemos matizarlas con las respuestas que dan los encuestados cuando se les pregunta por lo que a ellos personalmente les afecta como problema. Ante esta pregunta, el paro y la economía siguen en cabeza y destacados (42,4% y 36,9% respectivamente), y “la política” baja hasta el 5º puesto, superado por la vivienda y la inseguridad ciudadana; pero sigue por delante de temas como la calidad en el empleo, la sanidad, las pensiones…
A pesar de estas matizaciones, podemos responder a la pregunta que sirve de titular para estas reflexiones que SÍ, que “la política” es uno de los principales problemas para una gran parte de españoles.
¿Qué está pasando en nuestro país? ¿Quién o quiénes son los responsables de haber llegado a esta situación? ¿Qué es lo que hemos hecho mal para que tras algo más de 30 años de funcionamiento democrático los políticos y la política estén tan desprestigiados?
Como en todas las cuestiones complejas, y esta lo es, las respuestas a estas preguntas nunca son únicas ni sencillas.
Es más que probable que algo tenga que ver en esta situación de desprestigio de la política el interés de determinados sectores de la derecha más reaccionaria y antidemocrática que, apoyados en algunos medios de comunicación, llevan años orquestando una campaña dirigida a conseguir este desprestigio, desde su faceta más fascista que añora tiempos mejores en los que un iluminado y elegido por Dios, se erija en salvador de la patria y nos guíe de nuevo “por el imperio hacia Dios”.
Pero esta campaña no habría tenido éxito si no es porque, otros sectores de una derecha aparentemente más democrática, que creen que el aforismo de “cuanto peor mejor” es válido siempre y en cualquier circunstancia, no les hubieran seguido el juego a los nostálgicos del fascismo. Puede que cuando se den cuenta de su error, sea demasiado tarde, también para ellos.
De todos es conocido que cuando la política se desprestigia, quien paga el pato es principalmente la izquierda, ya que muchos de los votantes de derechas se consideran a sí mismos como “apolíticos”.
Ahora bien. Dicho lo anterior, para que esta situación haya calado de tal manera en nuestra sociedad ha sido necesaria la “colaboración”, seguramente por defecto, de los restantes partidos políticos y, en particular de los partidos de izquierdas y progresistas.
Según el mismo barómetro del CIS, España es un país de centro-izquierda. En una escala que va desde el 1, izquierda, hasta el 10, derecha, los españoles se sitúan escorados hacia la izquierda. Entre el 1 y el 4 (izquierda), se ubica el 33,4% de los encuestados, y solamente el 12,1% se sitúa entre el 7 y el 10 (derecha). El 32,6% se considera entre 5 y 6 (centro).
Si esto es así, ¿qué han hecho mal los partidos de izquierdas? ¿Cómo han podido permitir que se instale la desafección política entre unos ciudadanos que se consideran a sí mismos de centro-izquierda?
Seguramente esta pregunta tiene también muchas respuestas.
Una de ellas puede ser la falta de soluciones de la izquierda mundial ante la crisis económica. Las recetas para salir de ella están viniendo de los mismos poderes económicos y políticos que la generaron. Y es probable que la superemos, pero nos encontraremos en la misma situación que antes de la misma. No ha habido, por parte de la izquierda, ni una sola propuesta encaminada a cambiar el orden económico mundial que nos sumergió en la peor crisis de los últimos años.
En España, el gobierno del PSOE se ha limitado, y no es poco, a garantizar que durante la crisis no se pierdan derechos sociales de los trabajadores, y a que no sean ellos los paganos de la misma. Pero ni una sola propuesta encaminada a la modificación del modelo económico que nos llevó a la crisis.
Ante los grandes problemas que se ciernen sobre el planeta en estos primeros años del siglo XXI, como la crisis energética o los problemas del calentamiento global, la izquierda aparece desdibujada y sin proyectos alternativos. Han tenido que ser los movimientos ecologistas y antiglobalización quienes lideren las posturas más exigentes en la reciente cumbre de Copenhague.
¿Alguien sabría decirme en que se diferencian las posturas de la derecha y de la izquierda mundial ante las guerras que asolan ciertas partes del mundo? ¿O ante la crisis de los alimentos en África? ¿Y ante los grandes movimientos migratorios que la misma va a provocar en los próximos años?
Más pegados a nuestro territorio, ¿dónde ha quedado el papel de la izquierda como articuladora del país y equilibradora de las desigualdades territoriales? Los alcaldes y responsables autonómicos del PSOE, al igual que los del PP o de cualquier otro partido sea o no nacionalista, han perdido la perspectiva de conjunto. La única reivindicación políticamente correcta, jaleada por los medios de comunicación y aparentemente rentable desde el punto de vista electoral es la que está teñida de territorialidad y “nacionalismo”; y esto vale tanto para las comunidades “históricas” como para las “otras”. Parece que la consigna que predomina entre los dirigentes autonómicos, sean del signo político que sean, es el “sálvese quien pueda”.
Ya sé que la derecha, desde siempre, ha primado más la “tierra” que al “hombre”. Pero la izquierda no. Ahora parece que esta también ha perdido la perspectiva del hombre en sus planteamientos políticos y la ha sustituido por la perspectiva del territorio.
Los interese que merece la pena defender son los de las personas, no los de los territorios. Siempre he creído, y lo sigo creyendo, que yo tengo más intereses comunes con un maestro andaluz, catalán o danés, que con un empresario o terrateniente castellano.
O los partidos políticos, y principalmente los de izquierdas, toman conciencia de la situación y emprenden acciones decididas para cambiarla, o nuestro sistema democrático será una democracia devaluada.
La izquierda debe abrirse a los movimientos ecologistas y antiglobalización, a los pacifistas y a los jóvenes que participan activamente en la acción solidaria de la ONGs; debemos establecer con todos ellos un diálogo abierto y sincero que permita la incorporación de sus ideales a nuestros planteamientos políticos.
La izquierda política debe ofrecer soluciones claramente diferenciadas de las de la derecha para salir de esta crisis, y cambiar el modelo económico mundial. Debemos debatir y ofrecer posiciones claras y diferenciadas sobre los nuevos retos que se plantean en el mundo: escasez de energía y alimentos, enfermedades y pandemias, escasez de agua, grandes movimientos migratorios, interculturalidad, etc.
La sociedad española considera a los políticos y a la política como un mundo cerrado y endogámico, lleno de turbios manejos y de luchas por el poder, que tiene como único objetivo mantenerse en el mismo o arrebatárselo a los rivales.
El techo y las paredes de las administraciones públicas y de los partidos políticos debe ser de “cristal”, y cuanto más trasparente, mejor; sus cuentas, públicas y fácilmente accesibles para los ciudadanos.
El ejercicio de un cargo público debe ser absolutamente incompatible con cualquier actividad profesional o empresarial. Los registros de bienes e intereses de los políticos deben estar a disposición de los ciudadanos para su consulta de forma lo más simple posible, lo mismo que “todas” las percepciones económicas que tengan asignadas mientras los desempeñen.
La reacciones ante los casos de corrupción deben ser fulminantes y ejemplarizantes, y no utilizar el “y tú más” como disculpa para la ausencia de decisiones.
En fin, los partidos políticos, “instrumento fundamental para la participación política” (CE, artículo 6º), tienen que tomarse este asunto en serio y reaccionar o, en caso contrario, la participación política de la sociedad se verá gravemente dañada y con ella, la democracia.

4 comentarios:

  1. cada dia que pasa la gente esta mas alejada de la politica y de los politicos
    al final solo van a votar ellos y sus familias

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  2. ¿Que tal si además de todas esas medidas se establecieran las listas abiertas, la incompatibilidad para desempañar más de un cargo público y la limitación de mandatos en los cargos?
    A lo mejor nos empezábamos a creer que eso de la "política" se hace para el bien de los ciudadanos.
    Y podíamos empezar por Palencia y por tu propio partido. Julito que deje el "bufete", Miriam que deje la concejalía.....

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  3. .... y seguimos por el PP: Celinda que deje de ser Diputada o concejal.
    En lo rstante, de acuerdo.

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  4. ¿Y qué me dices de "Begoñita"? ¿te parecen bien sus cargos en Caja España?

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