La libertad

La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad así como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres.
El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.
Miguel de Cervantes

martes, 9 de noviembre de 2010

¿Hasta cuándo?

El filósofo y escritor Fernando Savater hace un interesante análisis en el diario EL PAÍS en relación con el papel desempeñado por nuestros dirigentes políticos durante la reciente visita a España de Benedicto XVI.
Desde mi punto de vista, su lectura es, como otras muchas de Savater, cuando menos interesante y bastante clarificadora, por lo que la recomiendo encarecidamente.
En esta entrada de mi blog, voy a limitarme a resaltar y comentar algunos de sus párrafos.

“nuestras autoridades renunciaron al laicismo democrático para no pasar por anticlericales y ahora se ven sin dignidad laica y encima tachadas de anticlericales por el beneficiario de su abandono de los principios.”

A pesar de las reiteradas acusaciones de “laicista” que recibe desde diversos frentes el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, esta renuncia al “laicismo democrático”, es evidente y manifiesta. Nuestros gobernantes parecen ignorar que el “laicismo” es la única garantía de la libertad de creencias. En una sociedad verdaderamente laica, en la que los poderes públicos se mantengan al margen de cualquier confesión o creencia, es en el único escenario en el que cada ciudadano será libre de creer y practicar las suyas propias, sin injerencias ni favoritismos. Por el contrario, cuanto más confesional sea un estado, menos libertad religiosa existirá en el mismo.

“Por si fuera poco, el Papa merece los máximos honores porque se trata nada menos que de un jefe de Estado. ¡Y menudo Estado, a fe mía! El único de la Europa actual que abiertamente no respeta quisquillosos derechos humanos como la libertad religiosa, la igualdad de sexo para optar a cargos públicos y otras menudencias democráticas semejantes. Es un Estado tan original y único en su género, prueba de la especial protección divina que lo ampara, que se parece mucho más a las teocracias de otros lugares del mundo que a los impíos regímenes laicos que le rodean. El Vaticano es una especie de Arabia Saudí pero decorada por Miguel Ángel y Rafael, lo cual es una gran mejoría estética, aunque en cambio representa poco avance político.”

Efectivamente, en el supuesto Estado Vaticano, tenemos el mejor ejemplo: estado confesional, es igual a ausencia de libertad religiosa. ¡Y se atreve a darnos clases de democracia el jefe de estado más antidemocrático que existe! A Él no solo no lo elige el pueblo, sino que lo elige “directamente” Dios, eso sí, por mediación de los “Príncipes de la Iglesia” (cardenales), que han sido a su vez, elegidos digitalmente (es decir a “dedo”) por el anterior o anteriores Jefes del estado. ¡Magistral!

“Por eso [Benedicto XVI] puede establecer con especial autoridad la relación entre verdad y libertad. Porque la verdad no es una función que se alcanza a través de la razón que observa, experimenta y deduce, sino la revelación que llega por la boca del que habla desde la infalibilidad. ¡Abajo el relativismo, escuchemos al Absoluto!”

Él es el intérprete único de la Verdad. Así ha sido durante siglos, y cuando alguien ha osado discutirles alguno de sus asertos, incluso sobre asuntos y temas que nada tienen que ver con la religión, se declaran infalibles, y punto. Así, a lo largo de los siglos, ha sido VERDAD: que la Tierra estaba en el centro del Universo; que la mujer no tenía alma; que las vacunas eran un atentado a la voluntad de Dios; que la teoría de la evolución es falsa; que el sistema circulatorio del hombre era sencillo y no doble; etc.

Termina Savater su análisis con un párrafo que no precisa comentarios y que comparto de principio a fin:

“De modo que parece llegado el momento de, sin ofender a los católicos, no agraviar tampoco a quienes no lo somos y a quienes siéndolo comparten con nosotros el deseo de un Estado realmente laico, en el que la religión o la falta de ella sean un derecho de cada cual pero no una obligación de nadie... y mucho menos de las instituciones que son de todos y para todos.
Por eso, es necesaria y urgente una ley de libertad religiosa a la altura de nuestra realidad social y del siglo en que vivimos. Para que los creyentes puedan ejercer a título personal su religión al modo que prefieran, siempre que no conculquen las leyes civiles... y, sobre todo, para que los no creyentes o los que creemos otras cosas no tengamos forzosamente que sentirnos avasallados por la fe de nadie.”

Leer todo el artículo en EL PAÍS

1 comentario:

  1. "La Ley va para largo, de momento en esta legislatura NO. y ya preparara otro viaje el perro aleman, "uy perdon", el pastor, para acoquinar al personal. Vamos y lo de Jefe de Estado, por favor, que estado, DICTADURA PAPAL."

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