En las páginas de Opinión de "EL NORTE DE CASTILLA" del 29.12.2012 se publica un artículo de Ángel Luis Inurria bajo el título "La religión".
Dado que no he sido capaz de localizarlo en su edición digital, y como creo que es de mucho interés su lectura, lo publico íntegramente en este blog, para poder difundirlo en las redes sociales.
La religión
Ángel Luis
Inurria
“Olvidémonos de
la solidaria y universal educación ciudadana, que solo sirve para facilitarnos
una correcta convivencia durante los cuatro días de paseo terrenal, y aceptemos
la religión impuesta”
Creo que si el
hombre fuera inmortal no existirían las religiones, y que también, alcanzado
dicho estado, es posible que aspirara a morir, pues siempre se persigue el
sueño inalcanzable, el que rechaza la razón, que insiste en recordar nos,
aunque está oculta, que tenemos fecha de caducidad. Por ello, conforme pasan,
transcurren, los tiempos y los días, surge la incertidumbre sobre el inevitable
viaje final, cuyo destino, tan desconocido como temido, se aproxima
inexorablemente, día tras día. ¿Cómo puedo dejar de existir, con la enorme
intensidad con la que pienso, con la que siento, con la que vivo, con mi
inabarcable voluntad de pervivir, y si además no quiero, cómo voy a ir contra
mí mismo? Una cosa es el cansancio, refugiarse en el sueño reparador, dejar de
pensar, de ser, de sentir, de existir, pero solo por unas horas, para recargar
pilas y retornar a la vida. Pero más allá del deseo, la vida expone a nuestro
examen cuerpos sin vida, cadáveres, y nos adelanta nuestro propio destino: el
sueño eterno.
La muerte física
es real, vale, se puede matar el cuerpo, privarle de vida, pero... ¿y el
alma?, cuyas potencias dicen que son memoria, voluntad y entendimiento, algo
así como el ordenador que guía nuestras acciones, incluso cuando dormimos.
¿Seguirá existiendo tras la muerte física? Los egipcios ya diferenciaban
entre el 'ba' y el 'ka'. En fin, en cualquier tesitura
podemos aferramos a la esperanza, sin ella se genera la angustia, el conflicto
existencial que nos conduce a la tragedia, esperanza que encontramos en la
religión, mejor dicho en las religiones, que las hay para todos las gustos.
Puestos a creer,
es decir, ser creyentes, lo más aconsejable es serlo de la católica. En la
India y otros lugares piensan, creen, en la reencarnación; o sea, si son pobres
y sufren, es debido a que en su vida anterior han sido malos, pero si en su
existencia actual son buenos, es posible que en su próxima vida terrenal se
re encarnen en un próspero comerciante; no es resignación cristiana, pero al
menos es resignación, actitud, que algunos confunden con la virtud. Pero creo,
insisto, que es mejor la religión católica, pues aunque seas malo, mala
persona, y no hayas compartido los bienes que hayas gozado, tal vez conseguidos
por el ejercicio de la corrupción, por undargariescas
influencias u otros canales de los que brinda nuestra sociedad, si te
arrepientes antes de morir, como Fausto, más allá de las víctimas que hayas
dejado por el camino, serás perdonado e irás al cielo; pero si eres currante,
también podrás des hipotecar tus menos mortales pecados en el balneario del purgatorio
y una vez recuperado acceder al hogar celestial 'ad etemum'.
Tal vez por
ello, para beneficiarnos, paternalmente quieren inducimos a que estudiemos la
asignatura de religión en el cole, pero no todas las religiones para que
elijamos las que más nos convenza, como hacemos con las distintas ramas de
ciencias o de letras, y comprendamos mejor a nuestros semejantes, pues piensan
que la buena, la más guay, es la católica, apostólica y romana, a pesar de que
ni ellos, quienes la imponen, se atreven a negar la existencia de la libertad
de culto. Tiene su lógica, pues estamos en un país/Estado/reino/nación en el
que siempre hay alguien que nos explica las cosas, las que no se entienden e
incluso las que son comprensibles, algo natural, pues nunca se han propuesto
formamos para que deduzcamos por nosotros mismos, no vayamos a luteranizarnos.
Más allá de
esperanzarnos en otra vida, la religión es útil pues en su nombre se
pueden postular determinadas conductas,
pretextos religiosos que han amparado a veces singulares barbaries. Recuerdo
ahora que los antiguos textos de los pasados planes de Bachillerato, en los
que se estudiaba la historia sagrada, la moral y el dogma, decían que no era pecado matar en guerra justa, aunque en ningún
lugar indicaba a qué autoridad concernía su dictamen, a pesar de que todos
sabíamos quién se arrogaba dicha responsabilidad. Pero mientras nosotros
estudiábamos los libros de Villapun Sancha, otros niños, en otras geografías,
se instruían en lo que decían diferentes textos que enseñaban otras
religiones, mientras rezaban a otro Dios con los mismos propósitos
bienintencionados que nosotros, más o menos.
Al igual que uno mama su lengua desde la cuna, más allá de los planes de
estudio que también la imponen, lo mismo ocurre con la religión, pocos
individuos abandonan la que han aprendido en su círculo familiar, y la que en
su entorno les ha catequizado y socializado. Son mínimas las excepciones de
quienes lo hacen. Ellos lo saben.
Así, que bueno, que vale, olvidémonos de la solidaria y universal educación
ciudadana, que solo sirve para facilitamos una correcta convivencia durante
los cuatro días del paseo terrenal, y aceptemos la religión impuesta. Además,
como se observa entre quienes la practican, no será necesario que cumplamos
sus cristianos preceptos para conseguir vivir en la opulencia del triunfo y,
por si fuera poco, al final, como está de moda, podemos oficiar la ceremonia ritual
de la petición de disculpas, decir lo siento, y alcanzaremos la gloria tras el
generoso perdón.
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